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sábado, 24 de septiembre de 2016

Una Locura Razonable ~ Historia Dedicada

El lugar estaba atestado de gente. Todos daban vueltas confusos, como si no supieran dónde ir o que hacer en ese momento. Tenían la mirada perdida, pero buscaban respuesta a su incomprensión, salvo una persona. Una mujer de pelo rizado, con gafas y una gran sonrisa en la cara.
Nadie parecía darse cuenta de que era la única que daba la sensación de saber exactamente donde se encontraban. Hasta que por fin alguien levantó la vista, observó su rostro y después el de todos los demás. Ella al ver que la miraban, sonrió aún más si era eso posible.
La persona que se fijó en ella era un joven de pelo moreno, cara alargada y bastante alto. Este la devolvió la sonrisa y dudando un poco al principio, al final se acercó. Sin embargo al estar frente a ella no supo que decir, ¿acaso sabía hablar? No recordaba absolutamente nada y eso le molestaba. Ella solo sonreía y no parecía esperar nada de aquel joven que se le había acercado, lo que hizo que este tuviese más preguntas de las que ya de por sí tenía.
Que podía hacer, y si la preguntaba, sabía algo, y aquellas respuestas no le gustaban. Pero no podía continuar quedándose frente a ella como si nada, debía reaccionar o pensaría que estaba loco.
—Hola—escuchar su voz le alegró. No era grave, aunque tampoco aguda, se mantenía en un registro bastante normal, o de nuevo eso creía. ¿Quizás empezaba a recordar como era antes de olvidar?
—Hola joven.
El chico sacudió la cabeza intentando desechar sus absurdos pensamientos.
—Genial, puedes hablar. ¿Sabes que ha ocurrido aquí?
—Depende de a que te refieras con que ha ocurrido.
¿Es que acaso habría pasado algo más que perder la memoria?
—Pues verás, acabo como de despertar de un sueño. De repente me he encontrado dando vueltas por aquí sin saber quién soy y que a ocurrido para no recordar nada. ¿Tú sabes quién eres?
—Claro que lo sé—el joven aguardó una respuesta que no parecía llegar nunca—. Yo soy yo misma, y nadie más. Una mujer con ganas de sonreír a la vida y alegrar a todo aquel que esté dispuesto a recoger mi sonrisa. Una persona independiente que no tiene problemas de ayudar a los demás, y que castiga con la indiferencia a aquellos que no se dejan auxiliar. ¿Qué clase de persona eres tú?
El joven se quedó todavía más perplejo. ¿Era aquello real o le estaban gastando una broma? Pero si se la estaban gastando, desde luego era muy buena, todos clavaban su papel. Solo quedaba averiguar que le habrían hecho para que perdiera la memoria, aunque antes le seguiría el juego a esa mujer un rato más para ver donde le llevaba.
—Ya te he dicho que no sé quién soy, y por tu respuesta tampoco pareces tener muy claro quién eres.
—Te lo acabo de decir.
—No, me has descrito parte de tu personalidad, no quien eres. Quiero saber si conoces tu nombre, donde vives, que hacías antes de… esto.
—Pero eso son cosas banales. El nombre no nos define, tu podrías cambiarlo cuando quisieras. Donde vives no te hace quien eres, solo es un lugar de paso. Y en cuanto a que hacía, poco importa, porque podemos hacer lo que queramos.
El joven entonces volvió a mirar a su alrededor, la miró a ella y la expresión de él cambió. De repente se encontraba horrorizado, por fin acababa de descubrir donde se encontraba. Su ropa blanca, la gente desorientada, sus pensamientos desorganizados, la extraña conversación con aquella mujer.
—No puede ser, esto es un psiquiátrico ¿verdad? Estás loca.
—La locura no es más que el razonamiento diferente al resto de personas.
—Dios mío, no puedo creer que esté loco. ¿Qué me pudo pasar? Es por eso que he olvidado todo lo que sé ¿cierto? La medicación que deben darme estará haciendo algo en mi mente.
La mujer lo agarró del hombro, le giró la cara y la puso frente a la de ella. Esta seguía sonriendo como si nada y por alguna razón eso relajó al joven.
—No caigas en el desespero muchacho, esto no es un psiquiátrico. Tu mente está confundida, pero para nada distraída.
—Entonces dónde me encuentro.  Si no estamos locos, que hacemos encerrados en este lugar.
—¿Has mirado acaso a tu alrededor? ¿Ves alguna puerta o ventana por el que salir?
La mujer tenía razón, allí no había nada. El lugar se encontraba iluminado, pero por ningún sitio entraba la luz de la mañana. Y qué decir de las puertas, todo eran paredes llanas. ¿Qué estaba pasando allí? Se estaba poniendo nervioso de nuevo, sin embargo otra vez observó la sonrisa de aquella mujer que lo calmó.
—Gracias por estar a mi lado.
—El placer es mío joven pues seguiré aquí contigo hasta que tú quieras, alimentando tu “locura” como mejor te venga.
—Cuéntame una historia.
—Eso está hecho. Hubo una vez un joven que tuvo un accidente, pero ese no fue su fin pues todos los que le querían le iban a ver.
El joven se encontraba fuera tumbado en una cama, con la mujer sentada a su lado hablándole de lo que pasaba. Las personas que él creía desorientadas, eran sus amigos observando cómo se recuperaba.

Y esta es mi historia para mi amiga Esther, mí loca amiga Harley, que sabes que te aprecio mucho y espero que sigas en mi vida por mucho tiempo. Porque nuestra locura es nuestra razón de ser, y sin ella jamás podríamos estar tan unidos. Un muy fuerte abrazo.

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