El lugar estaba atestado de
gente. Todos daban vueltas confusos, como si no supieran dónde ir o que hacer
en ese momento. Tenían la mirada perdida, pero buscaban respuesta a su
incomprensión, salvo una persona. Una mujer de pelo rizado, con gafas y una gran
sonrisa en la cara.
Nadie parecía darse cuenta de
que era la única que daba la sensación de saber exactamente donde se
encontraban. Hasta que por fin alguien levantó la vista, observó su rostro y
después el de todos los demás. Ella al ver que la miraban, sonrió aún más si
era eso posible.
La persona que se fijó en ella
era un joven de pelo moreno, cara alargada y bastante alto. Este la devolvió la
sonrisa y dudando un poco al principio, al final se acercó. Sin embargo al
estar frente a ella no supo que decir, ¿acaso sabía hablar? No recordaba
absolutamente nada y eso le molestaba. Ella solo sonreía y no parecía esperar
nada de aquel joven que se le había acercado, lo que hizo que este tuviese más
preguntas de las que ya de por sí tenía.
Que podía hacer, y si la
preguntaba, sabía algo, y aquellas respuestas no le gustaban. Pero no podía
continuar quedándose frente a ella como si nada, debía reaccionar o pensaría
que estaba loco.
—Hola—escuchar su voz le
alegró. No era grave, aunque tampoco aguda, se mantenía en un registro bastante
normal, o de nuevo eso creía. ¿Quizás empezaba a recordar como era antes de
olvidar?
—Hola joven.
El chico sacudió la cabeza
intentando desechar sus absurdos pensamientos.
—Genial, puedes hablar. ¿Sabes
que ha ocurrido aquí?
—Depende de a que te refieras
con que ha ocurrido.
¿Es que acaso habría pasado
algo más que perder la memoria?
—Pues verás, acabo como de
despertar de un sueño. De repente me he encontrado dando vueltas por aquí sin
saber quién soy y que a ocurrido para no recordar nada. ¿Tú sabes quién eres?
—Claro que lo sé—el joven
aguardó una respuesta que no parecía llegar nunca—. Yo soy yo misma, y nadie
más. Una mujer con ganas de sonreír a la vida y alegrar a todo aquel que esté
dispuesto a recoger mi sonrisa. Una persona independiente que no tiene
problemas de ayudar a los demás, y que castiga con la indiferencia a aquellos
que no se dejan auxiliar. ¿Qué clase de persona eres tú?
El joven se quedó todavía más
perplejo. ¿Era aquello real o le estaban gastando una broma? Pero si se la
estaban gastando, desde luego era muy buena, todos clavaban su papel. Solo
quedaba averiguar que le habrían hecho para que perdiera la memoria, aunque
antes le seguiría el juego a esa mujer un rato más para ver donde le llevaba.
—Ya te he dicho que no sé
quién soy, y por tu respuesta tampoco pareces tener muy claro quién eres.
—Te lo acabo de decir.
—No, me has descrito parte de
tu personalidad, no quien eres. Quiero saber si conoces tu nombre, donde vives,
que hacías antes de… esto.
—Pero eso son cosas banales.
El nombre no nos define, tu podrías cambiarlo cuando quisieras. Donde vives no
te hace quien eres, solo es un lugar de paso. Y en cuanto a que hacía, poco
importa, porque podemos hacer lo que queramos.
El joven entonces volvió a
mirar a su alrededor, la miró a ella y la expresión de él cambió. De repente se
encontraba horrorizado, por fin acababa de descubrir donde se encontraba. Su
ropa blanca, la gente desorientada, sus pensamientos desorganizados, la extraña
conversación con aquella mujer.
—No puede ser, esto es un
psiquiátrico ¿verdad? Estás loca.
—La locura no es más que el
razonamiento diferente al resto de personas.
—Dios mío, no puedo creer que
esté loco. ¿Qué me pudo pasar? Es por eso que he olvidado todo lo que sé
¿cierto? La medicación que deben darme estará haciendo algo en mi mente.
La mujer lo agarró del hombro,
le giró la cara y la puso frente a la de ella. Esta seguía sonriendo como si
nada y por alguna razón eso relajó al joven.
—No caigas en el desespero
muchacho, esto no es un psiquiátrico. Tu mente está confundida, pero para nada
distraída.
—Entonces dónde me
encuentro. Si no estamos locos, que
hacemos encerrados en este lugar.
—¿Has mirado acaso a tu
alrededor? ¿Ves alguna puerta o ventana por el que salir?
La mujer tenía razón, allí no
había nada. El lugar se encontraba iluminado, pero por ningún sitio entraba la
luz de la mañana. Y qué decir de las puertas, todo eran paredes llanas. ¿Qué
estaba pasando allí? Se estaba poniendo nervioso de nuevo, sin embargo otra vez
observó la sonrisa de aquella mujer que lo calmó.
—Gracias por estar a mi lado.
—El placer es mío joven pues
seguiré aquí contigo hasta que tú quieras, alimentando tu “locura” como mejor
te venga.
—Cuéntame una historia.
—Eso está hecho. Hubo una vez
un joven que tuvo un accidente, pero ese no fue su fin pues todos los que le
querían le iban a ver.
El joven se encontraba fuera
tumbado en una cama, con la mujer sentada a su lado hablándole de lo que
pasaba. Las personas que él creía desorientadas, eran sus amigos observando
cómo se recuperaba.
Y esta es mi historia para mi
amiga Esther, mí loca amiga Harley, que sabes que te aprecio mucho y espero que
sigas en mi vida por mucho tiempo. Porque nuestra locura es nuestra razón de
ser, y sin ella jamás podríamos estar tan unidos. Un muy fuerte abrazo.